domingo, 21 de febrero de 2010

Una de vampiros

Anticipando al plan de los vampiros, decidi madrugar para que con la ayuda divina,  el amanecer se adelantara. Pero el sol apareció  puntualmente. Desilusionado, fui al bar de la esquina y me pedi una ginebra. Alli todavía era de noche (sin dudas Dios ayuda sólo en  los bares). Como una jirafa miré el partido de billar, en el que dos hombres se jugaban el amor de una mujer. Puedo decirles que el bueno perdió, pero por muy poquito. A modo de consuelo le ofrecí una ginebra. No gracias, soy el dueño del bar, me dijo. Sacó un revolver y le pegó un tiro a mi rodilla izquierda. Regla nro 1: nunca le invites una copa al dueño del bar. Regla nro2: nunca le invites una copa al que pierde. Me senté en la escalera, un tipo  que venía de la calle me dijo: cuidado, está amaneciendo. Corrí al baño y abracé el inodoro. Después maduré, me puse de pie, y sali con paso aplomado. Mire alrededor y vi que todos eran vampiros. Saludé cortesmente y busqué la escalera. Al pasar por un espejo no vi mi reflejo. En la radio Pavarotti cantaba O sole mio, y furiosos insultos retumbaron en las mesas. Preparé mi abrigo y me dispuse a salir, el mozo me miró y me dijo, cuidado, está amaneciendo. Regla nro 3:  no hay refugio para uno mismo.

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